Ayer asistí a un
concierto de música electro-experimental en un pub de Bangalore. Me
gustó mucho, los músicos eran realmente muy buenos y combinaban su
música con proyecciones robadas de las calles de alguna ciudad de la
India. Por una noche me pareció no estar tan lejos de casa. Creía
que me encontraba en algún garito de Berlín o de Barcelona. No
podía evitar tener la sensación de que cuando saliera de allí
cogería el metro con dirección a casa. A pesar del cansancio
acumulado tras una dura semana de trabajo, mereció la pena salir y
descubrir que en esta ciudad no sólo hay contaminación, ruido y
basura, sino que también hay personas preocupadas y comprometidas
culturalmente y que crean cosas muy interesantes. A las 23 h del
sábado noche terminó la fiesta y unos amigos se ofrecieron a
llevarnos a casa en coche. Es un alivio no tener que contender con
rickshaws a esas horas, pues no todos tienen ganas de llevarte y los
que te llevan, lo hacen a cambio de un precio demasiado alto, por lo
que la vuelta a casa puede convertirse en una discusión, con
diferentes conductores de rickshaw, que puede alargarse tanto como lo
que tarde en llegar el acuerdo. Pero esta vez viajaba en coche. En el
asiento de atrás nos apretábamos cuatro personas, parece ser que
esta es una práctica normal en el país. La policía nos paró dos
veces para dos controles de alcoholémia, por suerte no advirtieron
el número de pasajeros del vehículo, o tal vez lo vieron y no les
importó, aquí todo el mundo lleva los cristales tintados, por lo
que no resulta fácil ver a través de la ventanilla y aún menos si
es de noche. Así que pudimos llegar a casa sanas y salvas en
multitudinária compañía y sin multas!
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