martes, 21 de febrero de 2012

Una clase en sari!


¡Por fin puedo mostraros las fotos que me hice en sari! Después de unos tres meses, finalmente mi alumna, Asha, se ha acordado de pasarme las fotos. Mejor tarde que nunca. Bueno, en realidad he tenido que amenazarla con ponerle un cero si no lo hacía... ¿Abuso de poder? En fin, esto es algo que en España se lleva mucho, especialmente desde hace unos dos meses, así que también se trataba de enseñar cultura, ya sabéis, para eso me pagan ¿no?

Por si no podéis leerlo en la pizarra pone "La profe está muy buena".
Pues, sí, tengo unas alumnas muy graciosas, sobretodo Kuheli, quien se prestó a venir antes de clase a mi casa y me trajo un sari tradicional y me vistió y me maquilló como si de una muñeca se tratara. ¡La verdad es que me encantó! Sin su ayuda yo nunca hubiera sido capaz de intuir cómo se coloca ese desmesurado pedazo de tela. Se trata de unos 7 metros de material, que con sus vueltas y sus doblados, lo colocan con tanta gracia que al final no sobra ni un solo centímetro.

Con mis alumnas en el restaurante. De izquierda a derecha: Asha, yo, Swati, Kuheli, Deepa y Alka.  Todavía no sé  cómo hago para acordarme de los nombres de la gente aquí.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Un día en las carreras de caballos


Tengo unas alumnas que además de ricas y pijas a rabiar son un encanto. La semana pasada nos llevaron a Anaí y a mí a las carreras de caballos de Bangalore, nosotras no apostamos nada pero nos quedamos alucinadas de ver el dinero que eso mueve. Después de comer en el Turf Club de Bangalore (club del que es miembro una de mis alumnas) rodeadas de la burguesía bangaloresa nos llevaron a las carreras. El coche nos dejó en la misma puerta y las chicas más guapas y mejor vestidas de toda la ciudad desfilamos hasta el edificio bajo la baboseante mirada de toda la plebe. El piso inferior sólo era para hombres que tenían toda la pinta de destinar sus escasas rupias en este tipo de apuestas. Finalmente, llegamos al ascensor y conforme íbamos subiendo, encontrábamos más y más glamour. Por supuesto, nosotras nos bajamos en el último piso. Debíamos ser las únicas blancas de todo el acontecimiento, pues no se cansaban de retratarnos los fotógrafos de los periódicos de la ciudad, incluso quisieron entrevistarnos pero nos dió vergüenza, pues no estamos acostumbradas a las cámaras. Y ahí estábamos nosotras, sentadas en las gradas, oyendo los abucheos de los aficionados de la clase alta y contemplando el acontecimiento.

Nos han puesto en los papeles
Ahora ya somos famosas, por fin, una razón para justificar las miradas de la gente por las calles y su fijación con hacerse fotos con nosotras. 

P.D.: Ya sabéis que no soy en absoluto partidária de estas cosas, pero tengo que decir que las carreras no duraban más de dos minutos, que los caballos parecían muy bien cuidados y que en ningún momento ví una sola escena de maltrato animal. Los caballos también eran de clase alta... Qué pena no poder decir lo mismo de los perros que hay en las calles.