miércoles, 11 de julio de 2012

La ciudad sagrada de los Sikhs

15 y 16 de mayo de 2012

Estaba amaneciendo cuando me despierto y miro por la ventana del bus.  Estábamos parados en medio de una carretera, parecía que un grupo de policías con turbante era la razón. ¡Casi todos los policías llevaban turbante! Eso significaba que ya estábamos en las tierras de los Sikh, el Punjab. Al cabo de un rato arrancamos y a lo lejos un señor se acerca corriendo, cruzando la carretera y agitando los brazos. Alguien lo ve, además de mí, y da la alerta al conductor. Sólo era un pobre despistado que no podía aguantar para ir al baño. Algo muy común en todo el país. Arrancamos sí, pero no era para continuar nuestro viaje, sino que entramos con el bus en una especie de patio en el que hay más policías. Uno sin turbante entra dentro del bus e inspecciona un poco por encima. Los de abajo se miran entre ellos y hablan hasta que deciden que ahora les apetece inspeccionar, uno por uno, los paquetes del maletero. Por suerte, mi mochila viajaba a mi lado y pudo saltarse el control.

Llegamos a Amritsar por la mañana y descansamos en un hostal, cerca del Golden Temple, donde comencé a incubar el virus que me amargará la existencia durante los próximos 10 días...

El Golden Temple.

Desfile de colores de los miles de peregrinos que visitan el templo. 

Nos dijeron que la ceremonia que se celebraba al atardecer en la frontera entre la India y Pakistán era digna de visita, por lo que no queríamos marcharnos de aquel lugar sin antes comprobarlo. El taxi nos dejó en algún tramo de una carretera, desde donde teníamos que seguir a pie, el calor de mediodía era tremendamente asfixiante, al final del camino encontramos muchísimas personas sudorosas y amontonadas esperando algo, sobretodo familias. Mucha gente (y muchos eran niños) vivía de vender agua en ese lugar y a esa hora todos los días, un señor frotaba un enorme bloque de hielo contra un raspador para hacer escarcha que después apelmazaba sobre un palito y convertía en helado tras añadirle un chorrito de sirope de color verde o rojo, una gran idea, me hubiera comprado uno si no hubiera sido porque un extraño virus estaba convirtiendo mi sistema digestivo en un lugar tan poco agradable, que ningún alimento conseguía una permanencia superior a 15 minutos. Esperamos tanto rato en aquel lugar, el calor era tan insoportable y yo había comido tan poco que pensaba que en cualquier momento me desmallaría. Pero de pronto, la gente se mueve hacía el portón, lo han abierto y aparecen unos hombres a caballo con vara en mano que intentan poner orden donde sólo hay una enorme masa compacta de cuerpos húmedos, que avanza escurriéndose incluso por entre las patas de los animales. Avanzamos como pudimos hasta el siguiente portón, y esperamos de nuevo hasta que hagan pasar a la masa. Esta vez la dividen en dos, hombres y mujeres, dos filas por las que pasar controles de seguridad. Podría haber sido un alivio, ya que ahora avanzábamos la mitad de gente, pero no, ahora las mujeres, al encontrarse solas entre mujeres, no tenían ningún pudor de tocar a quien no debían y se debatían continuamente en un pulso por avanzar posiciones como si de una maratón se tratase. Una vez pasado el control, terminó la lucha aunque aún no habíamos llegado, ¡Dios, espero que esto merezca la pena! Seguimos avanzando y vemos que a la izquierda pone algo así como "zona V.I.P." y como nosotras nos parecíamos muy importantes a nosotras mismas nos dirigimos para allá, y efectivamente, era un lugar en la grada reservado sólo para turistas :_) De manera que pudimos disfrutar del espectáculo sin empujones ni embotellamientos ni ungüento de sudor de otras personas.

Y como en la India todo se soluciona bailando, la gente baja al centro para echarse unos bailes con unos temas bollywoodianos mientras esperamos que comience la ceremonia.

Carreras con bandera.

Sincronización casi perfecta del desfile militar.

A un lado la India, al otro Pakistán. La grada india poseía una aglomeración de gente tal que probablemente sólo China pudiera igualar. En Pakistán, en cambio, se veía bastante más grada que personas, a un lado de la grada pakistaní los hombres y al otro los burkhas. La ceremonia consistía en una muestra de poder no violento entre los dos países; un animador a cada lado de la frontera animaba a su público, la gente reforzaba los gritos de amor por la patria del animador e intentaban hacer más ruido que el vecino, mientras tanto ambos lados representaban sus desfiles militares. Jugaban a abrir y cerrar la puerta que les separaba como si fueran a enfrentarse y el gentío gritaba cada vez más, luego se saludaban con respeto.  

La grada india, con el retrato de Gandhi al fondo.  Como veis, En este país hay mucha gente en cualquier sitio.

El lado pakistaní, con algunos hombres a la izquierda y algunas mujeres a la derecha.




Atardece en Pakistán.

De Varanasi a Amritsar pasando por Delhi

14 de mayo de 2012

Es mi cumple y me he levantado en aquella habitación desangelada de Varanasi a no-sé-qué-hora del mediodía. Tenemos el tiempo justo para comer algo y salir corriendo hacia el aeropuerto. Volamos a Dehli, desde donde por la noche tomaremos un bus nocturno hacia Amritsar, que es lo más cerca que vamos a estar en este viaje de los Himalayas y de Pakistán.

Nos subimos en un rickshaw y sin tiempo para discusiones conseguimos que nos lleve por 100 INR al aeropuerto -a juzgar por el precio que hemos sacado, y contando con que nos está timando, el aeropuerto no debe estar tan lejos-. A mitad de camino resulta que no tenemos combustible suficiente y nos paramos en una gasolinera, le preguntamos al rickshaw-wallah que cuánto falta hasta el aeropuerto y nos dice que unos 40 minutos -no llegamos, es imposible-. Mientras esperamos, y rezamos para que esta también sea una de esas cosas que se dicen por decir algo pero sin saber nada cierto, unas niñas se acercan a mirarnos y a preguntarnos nuestros nombres y los de nuestros padres, se los decimos y se van tan felices.

Por fin llegamos a coger el avión por los pelos, de hecho el chico del check-in nos dice que le debemos un favor. Sin embargo lo que nosotras concluimos de esto es demostrar, una vez más, que en India todo es posible y que las reglas que hay están hechas exclusivamente para romperlas. 

¡Tarta de cumple!
En la cola para subir al avión conocimos a un inglés, al que no le gustaba ser inglés, y que había visitado la India ocho veces en los últimos díez años. Él también iba a pasar la tarde en Dehli para luego coger un bus nocturno en una dirección diferente a la nuestra. De manera que le dijimos que era mi cumpleaños y que se apuntara a la celebración, así que los tres pasamos la tarde en un bar comiendo y bebiendo cerveza:) Después de cenar uno de los camareros aparece con una tartita de chocolate con tres velas encendidas. ¡No me lo esperaba! Desde luego ha sido el cumpleaños más surrealista hasta el momento.

Más tarde nos despedimos y nos vamos en busca de nuestro bus, que para nuestra sorpresa resulta increíblemente fácil de encontrar. 


lunes, 11 de junio de 2012

Donde descansan los muertos

Estábamos en Varanasi, la supuesta ciudad en la que cultura India es más evidente, o eso nos habían vendido, aunque creo que el negocio del turisteo es mucho más evidente que cualquier otra cosa.

La habitación.
Una vez en Varanasi y exhaustas del viaje nos ponemos a buscar el alojamiento. Caminamos hasta el río y un señor con los dientes marrones nos persigue y nos dice que nos lleva hasta nuestro hostal. No le hacemos caso, pero no sabemos cómo, siempre aparece en el momento más inesperado y oportuno porque al final sí nos ayudó y sin pedir nada a cambio. Caminamos por la orilla del río y cada cierto tiempo encontrábamos un ghat (amplios escalones que bajan a la orilla del río) cada uno con un escenario completamente diferente -era como pasar pantallas en un vídeo juego-, hasta que llegamos a un ghat en que había muchas personas y varios montones de madera y humo, se trata del ghat en el que incineran a la gente. Nos quedamos paradas un momento hasta que el hombre de los dientes de color marrón nos indica el camino, le seguimos sin tener otra opción. Nos lleva por callejuelas estrechas, húmedas y cubiertas de basura. De repente una vaca o un perro durmiendo en los escalones, hasta que por fin llegamos al hostal, en el que nos clavan 500 INR la noche. Subimos las trepidas escaleras de aquel lugar que algún día alguien pintó de azul hasta el cuarto piso, encontramos nuestra habitación en un rincón oscuro del pasillo, abrimos la puerta y nos encontramos con un cuarto sin ventanas, paredes desconchadas y humedades por doquier. No nos quedan fuerzas para cambiar la habitación y rezamos para que no haya chinches. No hemos comido nada desde que salimos de Calcuta y estamos muy cansadas.    


Mango lassi espectacular.
A la mañana siguiente bajamos al ghat buscando algo rico para comer a la orilla del río, qué inocentes. De nuevo nos encontramos con montones de madera, son cuidadosamente pesados para no gastar más de lo necesario en cada incineración. Abro sitio entre la gente y cuando me doy cuenta, a mis pies, encuentro algo con forma de cuerpo humano envuelto en una tela anaranjada y con incienso alrededor -¡Dios mío, por poco no piso al muerto de alguien!-. Sí, la verdad es que la ceremonia es muy pública. Decidimos callejear hasta que damos con un buen lugar en el que comer y después ¡a probar los mejores lassis del mundo! Nos ofrecieron la opción de hacerlo mágico, pero nos habían explicado historias de gente que había terminado desnuda y en el Ganges, así que pasamos.


Un baño en el río sagrado entre muertos y cenizas.
También hicimos un tour por el río en barca con siete personas más de nuestro hostal, es la mejor forma de ver lo que ocurre en cada uno de los ghats. El barquero era un chico muy simpático y nos explicó un montón de cosas. Varanasi es una ciudad sagrada y todo hindú que pueda permitírselo viene a este sitio unos años antes de su muerte, pues morir en Varanasi es una suerte porque te permite saltar ciclos de reencarnaciones y alcanzar más fácilmente el nirvana. Después son incinerados y sus cenizas van al río, donde hay personas rebuscando el oro que haya podido quedar. Pero no todo hindú es incinerado, sino que algunos como niños, mujeres embarazadas y los saddhus son empaquetados y lanzados al agua con un peso para que permanezcan en el fondo del río sagrado el resto de la eternidad.  Sin embargo algunos cuerpos pierden el peso y afloran en la superficie, la gente los empuja hacia la otra orilla desierta y allí permanecen hasta que algún animal hambriento se ocupa de su desaparición. De hecho, cruzamos al otro lado y encontramos primero una calavera humana, un poquito más sucia de aquellas que te enseñaban en el laboratorio de ciencias, y después un perro que devoraba algo con pasión, nos dió miedo acercarnos mucho pero sospechamos que estaba comiendo los restos de algún cuerpo.







Un viaje interminable

En el tren de Calcuta a Varanasi.
Decidimos viajar desde Calcuta a Varanasi en un tren de una clase menor a la tercera; sin aire acondicionado y sin rastros de que allí hubiera habido limpieza alguna. Pero no pasa nada, en menos de 20 horas habremos alcanzado nuestro destino. Entre el calor y el asco no he pegado ojo en toda la noche y he estado observando a mis vecinos de compartimento. Eran tres hombres que acompañaban a tres niños pequeñitos y a un bebé. Al principio me ha parecido muy extraño y he sospechado de algún tipo de ilegalidad, muy común por estas tierras, pero después he visto que los señores cuidaban bien de los niños. Resultaba curioso que ninguno de los niños llevara pañal, sino que de vez en cuando les palpaban los pantalones y si estaban mojados pues se los cambiaban por otros secos, sin más complicaciones.

Al amanecer me despiertan los berridos de los madrugadores vendedores de chai (té), daba la impresión de estar en medio de un rebaño de ovejas que balan llamando a su corderito - chai, chai, chai - a lo largo de todo el vagón. A partir de ese momento no han parado de circular hombrecillos ofreciendo comida y agua continuamente hasta la hora de comer. Más que un tren parecía un mercadillo. A medida que pasaban las horas iban cambiando los pasajeros y al mediodía estaba rodeada de familias indias que llevaban su propia comida en bolsas; un banquete completo, con sus platos, sus currys, su arroz, sus chapatis, incluso el dulce llevaban. Primero las mujeres servían a los hombres con las manos, es decir tocando la comida directamente con sus manos, y después se servían a ellas mismas. Cuando terminaban tiraban los restos, incluidos los platos de plástico, por la ventana del tren, una práctica muy común en este país en el que el 60% del suelo de la calle está cubierto de basura.

Una vez ha finalizado el período de comida, tocaba el turno a los que viven de la caridad: pobres, mutilados, eunucos, ciegos, mancos, cojos... Un desfile de atrocidades se paseaba delante de mis ojos pidiendo dinero con gran insistencia. La mayoría de estas personas ni si quiera pertenecen a una casta y los llaman intocables; son lo más bajo de la sociedad y son destinados a este oficio desde niños. Su propia familia, o una mafia a la que la familia ha cedido el niño por no tener otra posibilidad, les cortan algún miembro del cuerpo o más de uno, los desfiguran o hasta incluso puede que les dejen ciegos para así ganarse mejor la vida. En Calcuta vimos a muchos niños pidiendo y persiguiéndonos por las calles, las mafias les obligan a hacerlo, no tienen opción, ellos ni si quiera se quedan con el dinero recolectado, y cuando crezcan un poco serán sometidos a alguna atrocidad de por vida que los haga ser más rentables. A veces también pasaban hombres con la melena recogida y vestidos en sari pidiendo y dando palmas; niños que algún día fueron castrados y obligados a vivir de la caridad. Por lo que he oído suelen violentar a los hombres con obscenidades hasta que estos les dan dinero. Luego están los músicos, dicho así parece simpático, pero en realidad sólo hacen un ruido insoportable que sólo termina si les pagas, claro. Demasiadas infancias robadas. 

domingo, 27 de mayo de 2012

De Bangalore a Kolkata


Lo prometido es deuda, así que por fin voy a relataros lo más amenamente posible como ha sido mi vida desde que dejé de trabajar. Os explico un poco de los sitios que hemos visitado y de las peripecias en las que nos hemos visto envueltas.

Salimos definitivamente de casa, en Bangalore, para coger un avión a Calcuta, donde habíamos planeado empezar nuestro viaje por el norte de la India. Apenas había dormido, pues la noche anterior habíamos tenido una merecida fiesta de despedida. Aterrizamos en Calcuta a mediodía y empieza la “diversión”. Salimos del aeropuerto en busca de un taxi que nos lleve a un pedazo de hotel con piscina que habíamos reservado con la intención de darnos el placer de disfrutar por una noche del buen vivir, y deshacernos de todo el estrés que estábamos pasando. Después de hablar con varias personas en el aeropuerto, por fin conseguimos que alguien entienda dónde queremos ir y cogemos un taxi de prepago sin aire acondicionado a más de 40 ºC a la sombra, pero no importa la piscina nos espera. Pagamos 375 INR y a partir de un cierto punto nos dicen que el taxi tiene que poner el cuentaquilómetros, nos calculan que seran unas 75 INR más que tenemos que pagar al taxista después, nos parece bien. Entramos en un carro pesado, grande y viejo conducido por un chico muy joven, pero lo suficientemente adulto como para tener ya los dientes manchados de mascar pan (es como una especie de tabaco muy popular entre la gente de clase baja). A los pocos minutos de trayecto nos damos cuenta de que en Bangalore la gente conduce muy bien, pues aquello más que conducción temeraria era un claro intento de suicidio; las calles estaban completamente inundadas de vehículos de toda clase, pero eso no impedía que nuestro taxista se sintiera como en una carrera de formula 1. Tras una hora de viaje, varias ocasiones de accidente y un calor infernal nos paramos a un lado de la carretera y nuestro taxista, que no habla ni una sola palabra de inglés, nos echa del taxi a gritos. Desde fuera, cansadas y empapadas en sudor, vemos que hemos pinchado. Bueno, estas cosas pasan. Nos esperamos en una sombra mientras nuestro artista soluciona el problema; levanta la parte posterior del coche con un gato bajo un tremendo sol de mediodía, el sudor le caía a chorros y yo tenía la impresión de que a cada vuelta que le daba al gato nos odiba cada vez más. Cuando por fin consigue levantar el coche saca la rueda de repuesto -¡Y qué rueda!- Dudo que en los vertederos de coches se pueda encontrar algo en peores condiones que aquello. La goma era tan lisa como una pista de hockey y no solo eso, sino que además en uno de los lados de la rueda tenía un roto nada discreto que conmemoraba alguna explosión anterior. En fin, yo sólo podía contemplar cuanto sudor inútil estaba siendo desperdiciado. Una vez terminado el trabajo subimos al taxi de nuevo. En un momento de lucidez, nuestro artista cae en la cuenta de que no sabe donde vamos y pregunta al personal que le explican lo que saben. Aquí nos damos cuenta de que en el sur, además de ser unos cautos conductores también tienen un excelente nivel de inglés en comparación con lo que nos estabamos encontrando. Después de dar millones de vueltas y preguntar a varias personas un policía para a nuestro hombre, imagino que tenía algo que ver con la rueda. Nos bajamos del taxi, está empezando a anochecer y no tenemos ni idea de donde está la piscina. Nuestro taxista tiene muy claro que no nos va a llevar a ningún sitio y nos pide que le paguemos ¡paisando, paisando! -nos gritaba, como si nos hubiera llevado a nuestro destino. No pensabamos pagarle, pues estamos en medio de ningún lugar rodeadas de personas con las que no tenemos una lengua en común. El chico se enfada y nos dice cosas que no entendemos, nosotras también le decimos cosas que nadie entende, a nuestro alrededor creamos cada vez más y más espectación, hasta que nos vemos rodeadas por mogollón de gente que observa y opina sobre lo que está ocurriendo. Queremos pagarle, pero antes necesitamos que nos busque otro taxi o un autorickshaw que nos lleve al hotel. Después de un rato alguno de los allí presentes nos entiende y nos para un rickshaw que dice saber dónde queremos ir, perfecto. Ahora queremos pagar al taxista lo que marca el cuentaquilómetros, 150 INR (por todas las vueltitas que nos ha dado), pero no le parece bien, dice que le tenemos que pagar 550 INR no sabemos porqué, supongo que con el dinero que nos consiga sacar podrá arreglar la rueda. Empieza una nueva discusión y se nos va el rickshaw, ahora hay mucha más gente a nuestro alrededor y todos están muy preocupados por solucionar la cuestión. El chico nos amenaza con llamar a la policía y le decimos que sí, que por favor lo haga. Así que nos desplazamos todos -nosotras dos, el taxista y todo el pueblo- unos metros hasta donde había un policía con sus gafas Rayban de imitación. Le exponemos nuestro problema y también el taxista y después también alguno de los allí presentes. El policía nos mira y nos dice que le paguemos 280 INR, le decimos que eso no es justo, a lo que responde que hagamos lo que nos dé la gana, y eso hacemos. El taxista sigue sin querer las 150 INR así que empezamos a caminar hacía alguna dirección sin pagar, hasta que el chico se resigna y coge el dinero al ver que nosotras no íbamos a ceder. Bueno, ahora no tenemos ni medio de transporte ni idea de donde estamos. Preguntamos en una tienda por el hotel y nos dicen que son un par de quilómetros, seguimos caminando, ya es casi de noche, estamos muy cansadas y los únicos rickshaws que pasan van llenos. Decidimos llamar al hotel para ver si nos ayudan. Un hombre muy majo coge el teléfono y nos pide que le pasemos con alguien de la calle, un señor que había por ahí ahora es el encargado de hacernos llegar a nuestro destino y así lo hace. Nos para un rickshaw en el que ya había nueve personas y nos sentamos al lado del conductor con nuestras mochilas, en total eramos once y todavía se pudo subir otro señor poco después.

Al final conseguimos llegar al hotel de noche, cenar algo y descansar. Esto sólo fue el primer día de nuestro viaje.

lunes, 21 de mayo de 2012

Actualidad

Hola a toda mi gente,

siento no haber dado noticias durante tanto tiempo, es que estoy de vacaciones y no me resulta muy fácil conectarme a internet. Os hago un breve resumen para manteneros al día, cuando llegue a Bangalore ampliaré la información, no tiene desperdicio nada de lo que nos está pasando.

Salí de Bangalore hace más de una semana hacia Calcuta, no visitamos lo que quedara de la madre Teresa, pero nos pasó de todo. Después de un par de días nos movimos en un tren de la muerte a Varanasi, ciudad sagrada en la que se incineran los hindúes a orillas del Ganges y dos días más tarde decidimos salir para Amritsar, pasando por Delhi para celebrar mi cumple con una o más cervecitas claro, para visitar el Golden Temple, y es en Amritsar donde mi cuerpo empezó a comportarse de manera anormal, obligándome a visitar el baño más a menudo de lo debido y sin control. Lo pasé  como pude aún así no me perdí lo más interesante de la ciudad. Tras dos días de sufrimiento nos movemos hacia Jaipur, ya vamos bajando un poco la latitud y pasando otra vez por Dehli, esta vez por necesidad, ya que me cagaba las patas abajo. El viaje de Dehli a Jaipur fue maravilloso y el hotel en el que aún hoy nos encontramos en esta ciudad también, así que he podido seguir agonizando en un lugar cómodo y limpio, toda una suerte en la India. Es aquí donde también decidí ir a la farmacia, toda una experiencia. Ahora creo que ya estoy recuperandome, ojalá pueda volver a Bangalore sana :)

¡Muchos besos a tod@s!


martes, 8 de mayo de 2012

El final de una mala experiencia laboral


No suelo hablar de trabajo en el blog, pero necesito que sepáis todo lo que nos está pasando. Ya sabéis que vine para trabajar de profesora de español para una pequeña y ruín empresa llamada IFLaC situada en Bangalore, la supuesta ciudad jardín de la India, pero la verdad es que aquí no hay tantos jardines como dicen y la contaminación y la basura cubren el resto de la immensa y caótica ciudad. No sólo ha sido complicado adaptarse al ritmo de este país, si no que además nos hemos visto sometidas a un trabajo excesivo y en muchas ocasiones absurdo y mal pagado por parte de las que esta empresa regentan. En este país, más que en ningún otro que conozca, el dinero es aquello que otorga poder a las personas, sin embargo hay algo con lo que estas dos amas de casa ricachonas que encabezan esta escuela de idiomas no cuentan, y es el peligro que supone dejar el poder en manos de ignorantes. De ahí la desesperanza de que esta escuela salga adelante y nuestra decisión de abandonar en tales humillantes condiciones. 

Hoy ha sido el día en que nuestras ya exjefas nos han corroborado ser las peores personas que hasta la fecha conocemos. Sabíamos que no iba a ser fácil irse de aquí y que sería imposible salir de esta escuela sin humillaciones. En realidad no nos han sorprendido, en estos siete meses las hemos llegado a conocer lo suficiente como para que nada de lo que puedan hacer nos coja por sorpresa. Sabíamos que no nos pagarían lo que nos deben, sabíamos que tampoco valorarían nuestro trabajo, es más, que lo despreciarían como han venido haciendo hasta ahora. También sabíamos que justificarían la supuesta reducción del salario a improvisadas subidas de los gastos de la casa, cuyas facturas jamás se nos han mostrado. Ya contabamos con todo ello. Sin embargo se guardaban un as en la manga... Nos han cortado el visado y me obligan a abandonar el país dentro de dos semanas. Todos nuestros planes al carajo y con mi billete de vuelta a España ya comprado con salida desde Bangalore. Tengo sólo 15 días para estar en la India, ahora de repente tenemos que modificar todo el plan y cambiar las fechas de los billetes que ya habíamos comprado, pues nadie nos había avisado de tal decisión. 

Ojalá nadie venga nunca a trabajar a este sitio infeccatado de deshumanidad.