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En la segunda estación de tobuses. |
¡Nos vamos a Kerala! por fin la playa y los backwaters. La idea suena bien,
pero como siempre, en la India nada es tan sencillo. Salimos de casa Anaí y yo
con nuestras mochilas a la espalda, paramos a un rickshaw y le decimos que nos
lleve al lugar en que nuestro billete de autobús indica. Nos dejamos timar, no
hay tiempo para regateos. Llegamos al supuesto Anand Rao Cercle, el
conductor se baja para preguntar (aquí las calles probablemente tengan nombre y
número, pero nadie los usa, así que siempre es muy difícil encontrar algo).
Nosotras esperamos y vemos a un hombre tumbado en medio de la calle, con la
cabeza reposada en un charco de agua pestilente. La gente y los coches lo
esquivan al pasar. No está muerto, creemos que sólo está borracho, pero nadie
se acerca a comprobarlo. El conductor vuelve y nos deja en un sitio que parece
una estación, dónde hay un bus pequeño, nos dicen que tenemos que subir ahí,
que este bus nos llevará al siguiente. No tenemos otra opción. Llegamos a una
estación de buses más grande pero mucho más decadente. Hay algunos autobuses
que parecen de largo recorrido, nos pasamos media hora preguntando a todos si
son el nuestro, al final, llega otra vez un bus pequeño y nos dicen que
subamos. Llevamos seis meses aquí pero estos indios siempre saben cómo
sorprendernos. Por fin llegamos a una calle y ¡nos hacen subir a nuestro bus!
Los asientos son sorprendentemente cómodos y hasta nos daban una mantita,
merece la pena pagar un poco más, al menos así te aseguras de que no te picarán
las chinches todo el camino (es realmente desagradable, sé de lo que hablo).
Vaya, y ¡hasta nos ponen un peli de bollywood!
Llegamos a Trivandrum a las 9 de la mañana (más de 12 horas de viaje) y
vamos a la estación de trenes para ir a Varkala. Pagamos 21 INR por un trayecto
muy cómodo de media hora. Al llegar a Varkala no nos lo podemos creer, los
conductores de rickshaws no nos esperan en la puerta y no nos persiguen con
intenciones de engañarnos, sino que somos nosotras las que tenemos que
buscarles. Sabemos que el sitio no está muy lejos, estimamos que cuesta unas 50
INR, preguntamos a uno y nos pide 80 INR, le decimos 60 INR y nos dice que no y
se va. No entendemos nada, esto normalmente no pasa, pero en la India no
existen las leyes universales, así que nos acercamos a otro y nos pide 70 INR,
intentamos bajar el precio pero resulta imposible, no tenemos otra opción. Más
tarde nos cuentan que en este estado la gente es comunista y no regatea...
Una vez en el hostal Anaí se da cuenta de que se ha olvidado el móvil en el
tren. Sólo teníamos un móvil, así que nos hemos quedado incomunicadas, la cual
cosa es un problema, pues habíamos quedado en encontrarnos con Anubhav (un
compañero de trabajo que decidió venir de vacaciones con nosotras en el último
momento) en Varkala. Por suerte, tras algunas horas nos lo encontramos por
casualidad de camino a la playa.
El hostal, llamado Mother palace (el palacio de tu madre) está encima de un
acantilado, así que hay que bajar unas escaleras para llegar a la orilla.
Teníamos muchas ganas de bañarnos, pues hacía un calor asfixiante, el problema
eran las olas, este mar no es como mi Mediterraneo, en el que se puede nadar
plácidamente o en el que se puede jugar con las olas. Aquí el mar no quiere
intrusos, y las olas te expulsan con toda su fuerza cuando intentas entrar en
él. No pudimos darnos un baño tranquilo, pero al menos nos refrescamos un poco
con agua caliente. Tras semejante golpe de calor vamos a un chiringuito
a tomar una cervecita y nos dicen que hoy no se bebe ¡que es viernes santo! A
ver si ahora van a ser más cristianos en la India que en Europa!
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Los pescadores. |
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La playita desde el acantilado. |
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Hace mucho calor... |
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A la que te descuidas te ocupan la toalla :) |
A la mañana siguiente nos dimos un madrugón increíble para poder pasar todo
el día en Allepey (o Allapuzha como lo llaman los lugareños, la verdad es que,
para nuestra sorpresa, olía mejor de lo que esperabamos). Tras un viaje en tren
de tres horas en un vagón lleno de gente y sin aire acondicionado llegamos a
Allepey (Allapuzha). No habíamos desayunado, así que teníamos un poco de hambre
y entramos en un lugar para comer algo. Sólo había Appam con veg curry, muy
rico aunque no tenga nada que ver con el desayuno occidental, sobre todo porque
cominos todo lo que quisimos por 90 INR (1,33€) los tres.
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¡Miradme! ¡Ya sé comer con las manos! |
Con el olor a curry todavía en los dedos salimos en busca del barco que nos
dará un paseo por los backwaters. Se trata de los numerosos y anchos canales de
agua que hay después de la linea de mar. Contratamos un barco con un señor y
nos cobra 2000 INR por cuatro horas a los tres juntos. No nos parece caro y nos
embarcamos con la esperanza de no vulcar en aquel agua tan turbia. Durante un
buen rato estuvimos navegando por anchos y estrechos canales, a orillas de los
cuales se extendían cantidad de pueblos.
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Nuestro barquito. |
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Estas plantas tan verdes en realidad son malas.
Absorben el oxígeno del agua y los peces se mueren. |
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Un señor que hoy se ha levantado con ganas de lavar su ropa. |
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Otro que le ha pasado igual. |
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Una señora pescándose la cena. |
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Esta señora ha decidido que ya no quiere frotar más y
ahora se dedica a aporrear la ropa. |
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Estos eran unos vendedores ambulantes en su canoa. |
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Anaí y Anubhav disfrutando del paisaje con el barquero de fondo. |
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La futura casa de Anaí. |
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La típica reunión de vecinos en falda. |
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Lavando el vedriao. |
Casi al final del recorrido el señor barquero nos dejó en un lugar para que
comiéramos un coco, dicen que los cocos de Kerala son los más dulces, y
no le faltaba razón estaba riquísimo.
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Yo, que me bajo tan contenta del barco para beberme un coco y
por el camino me encuentro esta flor tan bonita. |
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Y a la que me descuido ¡viene un águila y se la come! |
Nuestra travesía llega a su fin. Nos dirigimos a la estación para volver a
Varkala. El calor es realmente insoportable. Por fin llega el tren, conseguimos
sentarnos en un compartimento, hace mucho calor, y nos pasamos el viaje
agonizando y bebiendo agua que ya no estaba fresca. El techo está plagado de
ventiladores, pero es inútil, el calor asfixia. Llegamos a Varkala justo para
ver el atardecer en el mar. Por suerte, hoy sí tienen cerveza, nos la merecíamos
después de tan duro día. Nos duchamos y salimos a cenar. Acabamos en un
restaurante a orillas del acantilado en el que te sirven la cerveza en tazas de
té, pues en toda la India, a excepción de Goa, las tasas por venta de alcohol
son muy altas, por eso los hosteleros se preocupan tan bien de camuflarlo, son
profesionales del engaño.
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El atardecer de Varkala. |
Al tercer día me levanté por la mañana y fui a dar un paseo por la orilla
del mar. Caminé hasta llegar a una cala donde no había nadie, sólo una manada
de perros. Me dí un baño muy corto, pues ese mar parecía bastante antipático. A
la vuelta me encuentro con grupos de personas en la orilla del mar mirando
hacia el horizonte. Veo que uno de esos grupos tienen una estatuilla de una
virgen, claro, es domingo de resurrección. Me fijo y veo que todos los grupos
de personas tienen algo encima de la arena; una virgen o un simple tronco de
platanero adornado con flores. En la costa del suroeste hay muchos cristianos,
pues los portugueses dejaron aquí su legado.
Esa noche fuimos a cenar a casa de una mujer que nos había recomendado
nuestra amiga Isabel, quien nos dió su teléfono. La llamamos y estuvimos
buscando su casa durante más de una hora, debido a diferentes confusiones, algo
muy normal en este país. Cuando por fin dimos con el cruce en el que nos tenía
que venir a buscar su hijo ya era de noche y comenzó a llover y por si fuera
poco también se fue la luz. Por suerte el chico vino con una linterna y nos
condujo por inóspitos caminos hasta la casa de su madre. Al llegar a aquella
casita de 60 años se desató la tormenta. Nos sentamos en un humilde porche a la
luz de una vela. Comenzó a llover con muchísima fuerza sin que los truenos y
relámpagos dieran tregua, a los pocos minutos comenzaron las goteras en el
porche, y por lo que pudimos comprobar más tarde también dentro de la casa. La
señora, muy amable, nos decía que no nos preocuparamos, que podíamos quedarnos
a pasar la noche, en su casa o en la del vecino. Por fin nos trajó la comida.
Nos puso una hoja de platanero a cada uno y nos sirvió la variedad de platos
que había preparado acompañado todo de arroz. Por suerte, Anubhav había venido
con nosotras y nos explicó cómo comer con las manos. Esta fue la primera vez
que comí arroz sin depender de cubiertos y tengo que decir que me encantó.
Comer con las manos hace la comida mucho más sabrosa y te permite conocerla a
través del tacto antes de saborearla. ¡Hay que repetirlo!
La comida estuvo deliciosa, gracias a Isabel pudimos disfrutarla, y la
mujer sólo nos cobró 200 INR (unos 3€) a cada uno, le pagamos 1000 INR (unos
15€) entre los tres. Por suerte había dejado de llover y pudimos volver a casa,
eso sí, en la oscuridad de la noche, porque la luz no volvió hasta la mañana
siguiente.
El último día, hartos de no poder nadar en el mar, pagamos 200 INR para
entrar en la piscina de un hotelazo. Parece una idea refrescante, pero en
realidad sólo es una idea ya que el agua estaba mucho más caliente que la del
mar. En fin, nos dimos nuestro último baño, tomamos nuestra última cerveza y
nos vamos en busca de nuestro bus de vuelta a Bangalore.
Nuestro bus debía llegar a Bangalore a las 6 de la mañana, con lo que nos daba tiempo de darnos una ducha e ir a clase directamente. Sin embargo no llegamos hasta más tarde de las 9 y sin móvil no podíamos avisar a nadie. Por un momento lo pasé mal, pero luego me acordé del país en el que estoy y, efectivamente, a todo el mundo le pareció normal, incluso a la jefa.
¡Hooola Ana! Qué bueno lo del águila: increíble que se te haya puesto encima (se habrá olido que eres amiga de todos los animales).
ResponderEliminarLo de "alappuzha" me ha hecho gracia: a mí también me huele mal ese nombre (claro que creo que esto solo lo pillan los que hablan italiano, jjj). Un besazo y espero verte pronto: MUAH!