Salimos
para Dehli a eso de las 7 de la tarde, hora india, mi compañera Anaí,
su madre y yo. En el aeropuerto, mientras esperamos que abran la puerta
de embarque, nos tomamos una cervecita a precio desorbitado en la zona
en la que se permite beber. Por fin embarcamos y al cabo de casi tres
horas empezamos a descender. Desde el avión se me ocurre echar un
vistazo hacia abajo para contemplar la ciudad en la que estoy a punto de
aterrizar, es increíblemente inmensa, no se donde comenzaba pero no
llegué a verle el fin, todo lo que alcanzaba mi vista, a excepción del
cielo, estaba cubierto por una aglomeración de luces que se deslumbraban
unas a otras, me dio miedo. Una vez en tierra cogimos nuestros bultos y
nos dirigimos a la salida, donde nos esperaba el chófer del hotel
sujetando un cartelito con nuestro nombre escrito. A esas horas no podíamos arriesgarnos a coger cualquier taxi. Llegamos a la puerta del
hotel y, después de pasar los correspondientes controles de seguridad,
por fin nos dejan entrar. Nos da la bienvenida todo el mundo; el que te
abre la puerta, el que te la cierra, el guardia de seguridad, el que
andaba por allí arreglando algo, el que llama por teléfono, el que
recibe las llamadas telefónicas y por fin el encargado de la recepción.
Un chico muy amable vestido con traje y corbata, nos pide nuestros datos
y nos da la llave de la habitación. Subimos al piso y al abrir la
puerta una corriente de aire helado nos echa para tras, ya no estábamos
acostumbradas a esas temperaturas. Pues debían pensarse que eramos rusas
porque la habitación bien simulaba las bajas temperaturas siberianas.
Tras algunos minutos nos subieron una cama extra, un plegatín muy cómodo
en el que dormí yo, me recordó mi infancia. El único inconveniente es
que el hombrecito que hacía la cama, muy bien hecha por cierto, siempre
me dejaba la parte de arriba un poco corta, eso siempre me ha dado mucha
rabia, y la segunda noche, en un intento de estirar la sabana todo lo
que daba y olvidándome de que estaba en un plegatín, resultó lo que
podéis apreciar en la imagen de a continuación:

La
primera noche dormí estupendamente y al levantarme miré por la ventana,
una oscura y espesa niebla cubría el cielo de la ciudad, sin embargo me pareció que había menos tráfico que en Bangalore y que las calles
estaban mucho más limpias (a diferencia de lo que nos había contado mucha gente). Una vez a pie de calle pude corroborar mi suposición.
Desayunamos en el hotel y nos fuimos a la embajada española
en un taxi sin cuenta quilómetros, ese fue nuestro primer contacto con
la desfachatez de las personas que habitan esa ciudad, pues tuvo la
cara de cobrarnos 400Rp por una distancia de unas 50Rp en términos de
autorickshaw.
Una vez en la embajada nos atendió una chica muy simpática, aunque lo único que pudo hacer por nosotras fue compulsar el DNI de Anaí.
Ni un solo consejo respecto a nuestra delicada situación laboral y ni
tan si quiera una inscripción en el registro de extranjeros residentes
en la India ¿alguien puede decirme para que sirve la embajada? Claro que
tras el buen recuerdo que guardo de la embajada española en Berlín, no
me esperaba menos. Al parecer la falta de sentido común es contagiosa,
esta es una de las razones por las que no me gustaría quedarme aquí
mucho más tiempo. En fin, salimos a la calle y nos ponemos a parar
rickshaws hasta conseguir un precio justo, en esta ciudad se niegan a
usar el cuenta quilómetros y nos vemos obligadas a pactar precios
desconociendo las distancias. Nos damos cuenta de que hemos desarrollado una
gran habilidad para evitar timos en la medida de lo posible ¡Un olé
por nosotras!
Nos dirigimos a la tumba de no-se-quién en la que
supuestamente se había basado el Taj Mahal, al llegar nos damos cuenta
de que no es más que un sacadineros, los indios pagan 10Rp, nosotras
250Rp. Desde fuera no parece gran cosa, así que decidimos tomar otro
rickshaw dirección al Templo del Loto (Lotus Temple).
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Es un templo construido para la meditación, aunque no sé yo cuánto se
puede meditar con toda la agitación exterior. Por fuera es muy bonito y
simula una flor de loto abriéndose. |
Salimos
del templo y le decimos a un rickshaw que nos lleve al centro, allí
entramos en un restaurante chino o japonés llamado Zen donde podemos
comer con una cervecita que bien merecida nos la teníamos.
Por
la tarde decidimos ir al Fuerte Rojo de Dehli (Lal Qitab). Vamos con un
hombre que nos dice que le paguemos lo que queramos. Al llegar allí
resulta que lo que nosotras creemos más que justo no es suficiente,
sin embargo mantenemos su palabra y no soltamos una rupia más. El
fuerte es muy grande y bonito, lleno de hermosas construcciones que
recuerdan el estilo árabe en el interior, por contra, también esta lleno
de indios, pues ellos son muchos siempre y pagan muy poco por entrar en
los sitios. Una manera de fomentar el turismo interior que en España no
parece haberse puesto de moda todavía. No tengo ningún problema con
los indios, lo que pasa es que algunos te hacen sentir como una atracción turística, no paran de hacerte fotos descaradamente, con o sin tu
permiso y con tanta insistencia que llegan a ser muy irritantes. Ya habíamos vivido algo así en nuestras minivacaciones en Goa, donde la situación era
mucho mas incómoda al ir en biquini.
Después del Fuerte tomamos un rickshaw y nos vamos al hotel, esta oscureciendo y
no conocemos bien esta ciudad. Cenamos en el restaurante del hotel y
nos vamos a la cama después de tan dura experiencia.
Al
día siguiente, a media mañana, nos ponemos en camino a Agra. Nos lleva
el mismo taxi de ayer y por supuesto nos vuelve a timar. Al llegar a la estación de autobuses nos quedamos desconcertadas, esta desierta. Sólo
hay calor, sequedad, millones de moscas en busca de cualquier cosa húmeda sin discriminación y muchas personas de una clase social cercana a
la de las moscas deambulando por los alrededores. En los andenes
algunos autobuses recubiertos de varias capas de polvo. Caminamos hasta
el final, hasta que encontramos un hombre con pinta de saber donde para
nuestro bus. Nos pide que esperemos, que va con retraso. Esperamos y en
la espera vemos a un indio con aspecto de persona que parece esperar el
mismo bus que nosotras. Él mismo nos lo confirma después de unos minutos, algo que nos
tranquiliza, aunque nos angustia pensar que mañana a las once de la
noche llegaremos a este vertedero de austeridad y miradas penetrantes. Por
fin llega el bus y me toca sentarme con el indio en cuestión, un tal
Faisal, muy pesado, aunque se compromete a ayudarnos a encontrar un tren
de vuelta a Dehli, un intento que resultará fallido pero que se
agradece. Tras más de 6 horas de viaje llegamos a Agra, la ciudad, la
gente, el olor, todo asusta. Se supone que es una ciudad pequeña, que
alberga una de las siete maravillas del mundo. algo imposible de
imaginar al contemplar las calles. Al llegar al hotel sólo sonrisas
descaradamente falsas por parte de los trabajadores. Tenemos un poco de miedo, es tarde, y aún así
decidimos salir a cenar fuera. A la salida un conductor de rickshaw se
ofrece a timarnos argumentando que se espera a que acabemos de cenar y
nos devuelve a casa. Llegamos al restaurante, en la azotea de un
edificio en ruinas. En el horizonte nocturno divisamos una silueta
elegantemente cortada ¡¡es el Taj Mahal!! Se trata de una vista
prodigiosa, en el restaurante a nadie parece importarle, supongo que
todos aquellos guiris ya lo habían visto durante el día. Para nosotras esto
fue un aliciente para desear la visita aún con mas ganas.
Volvemos
al hotel y al llegar el del rickshaw nos presenta a su primo, un tal
Sanjey, que parece que mañana nos quiere hacer el tour por la ciudad.
Nos espera a la puerta del hotel a las 7.30h. A la mañana
siguiente nos pegamos el madrugón y nos encontramos con el tal Sanjey en
la puerta ¡¡vamos al Taj Mahal!! Bajamos del rickshaw y seguimos los
pasos que nos llevaran a la más alta admiración. Es una buena hora,
todavía no son las 8h y aún no hay demasiados turistas. Compramos las
entradas: 20Rp los indios y nosotras 750Rp, nos dan una botella de agua y
algo para cubrir los pies y no pisar su tesoro más preciado. Nos
dirigimos a la puerta, hay tres colas: la de los hombres, la de las
mujeres y la de los extranjeros. Suponemos que esa última es la nuestra
y entramos. Pasamos los controles y nos detenemos a hacer un par de
fotos en la puerta de entrada del mausoleo.
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Puerta de entrada al mausoleo. |
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¡Ahí está! |
No sufráis, no voy a describirlo, solo digo que en foto no es ni la mitad de hermoso.
Damos
unos paseos y centenares de fotos, cada vez hay más y más gente. Tras
un par de horas nos vamos. Y salimos en busca de Sanjey que nos espera
en algún lugar para llevarnos a visitar el Fuerte Rojo de Agra, donde
estuvo encerrado algunos años el rey que hizo construir el Taj mahal (la
tumba de su segunda esposa) y desde donde pudo contemplarlo durante
todo ese tiempo. El tal Faisal me contó que este rey fue encerrado en el
Fuerte por su propio hijo, ya que el padre tenía pensado llevar a cabo
otros proyectos similares, como un mausoleo negro para él. El hijo, haciendo cuentas, llega
a la conclusión de que si no toma medidas drásticas nunca podrá
comprarse un ferrari. Y esta es la razón por la que encierra a su padre durante unos 8 años.
Al llegar al fuerte nos damos cuenta de que no era tan trite, creo que a
poca gente le importaría que la encerraran allí una temporada, pues las construcciones interiores eran preciosas (aunque un poco deterioradas) y
se puede contemplar el Taj Mahal a lo lejos.
Bueno,
salimos del fuerte y buscamos a Sanjey, nos lleva unos cinco minutos
hasta que lo vemos en medio de la multitud sentado en una silla delante
de un espejo y dejándose afeitar por otro hombre que debía ser el
barbero y que le procuró un buen masaje facial de clausura. Cuando
termina nos subimos al rickshaw y le decimos que nos lleve a un parque
desde el que se ve el Taj por la parte de atrás (Mehtab Bagh). Una vista prodigiosa e
intima, algo difícil de conseguir en este país.
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Methab Bagh |
Después nos lleva a la zona de restaurantes, nos deja en una terraza
muy acogedora, pero sucia y vacía, con vistas al Taj. Nos esperamos unos 15 minutos, nadie viene a
tomar nota, nos vamos a otro sitio donde yo como un palak paneer
(espinacas con queso), mmmh... lo preparan mucho mejor que en el sur.
Pagamos y vamos a encontrarnos con Sanjey, lo esperamos durante unos 30
minutos y no aparece. Yo me entretengo haciendo un reportaje del
transporte en la India:
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Aquí van tres en una bici... |
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Aquí en una moto... |
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Ahí va la familia entera... |
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Aquí con niño... |
Al
final decidimos escribirle una nota, pues no nos gusta irnos de los
sitios sin pagar, sobre todo si el perjudicado es un pobre conductor de
rickshaw que nos tima cobrándonos menos de 5 euros por pasearnos todo el día. Cuando ya nos íbamos aparece el muy desgraciado, nos había visto
esperar todo el rato y no había salido a buscarnos. Dice que quiere
llevarnos a un bazar para que compremos cosas, no le decimos que no. Nos
lleva a la tienda de algún otro primo suyo, una tienda de joyas, no era
algo que tuviéramos pensado comprar, así que le decimos que nos devuelva
al hotel.
Una
vez en el hotel, decidimos que no nos vamos sin darnos un chapuzón en
la piscina. Y ahora sí, cogemos un rickshaw a la estacion de autobuses,
donde nos encontramos con la reunión de frikis más variada de la
ciudad. Por suerte en nuestro bus también viaja un guiri, un tal Zack, muy majo.
Por fin arranca el bus, pensamos en la estación que nos espera y en qué vamos a hacer cuando lleguemos a media noche a aquél lugar alejado de la mano de Dios. La solución siempre es el dinero; llamamos al hotel y les pedimos que envíen un coche a recogernos. Tras 6 horas de viaje llegamos a aquella estación de la que tan mal recuerdo guardamos y al bajar del autobús ¡nos encontramos con el mismísimo encargado de la recepción vestido con traje y corbata esperándonos con una sonrisa en medio de todas aquellas personas mugrientas! En el hotel debían de estar encantados con nosotras... Dormimos como reinas en el hotel y a la mañana siguiente sólo tenemos tiempo para visitar al mezquita (Jama Masjid), desde lo lejos parecía preciosa, pero al entrar nos decepcionó bastante. Pero fue muy divertido porque a las mujeres nos ponían una túnica con colores muy divertidos y a los hombres que llevaban pantalón corto les enrollaban en una tela larga alrededor de la cintura y hasta los pies.
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Jama Masjid en bata. |
Tomamos una cervecita desde el restaurante giratorio más alto de la ciudad y nos vamos al aeropuerto. Fin de nuestro viaje, espero no haberos aburrido demasiado ;)